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Por Laura Ronco
Escribo este mensaje, primero para no olvidarme y segundo porque forma parte de un análisis personal de lo que está pasando y de qué podemos hacer, o cómo contribuir, para que esta experiencia deje el máximo de cosas buenas. Y las cosas buenas que deje no serán un acto de magia o de generación espontánea del día en que volvamos a circular libremente. Lejos de eso, todo lo que ya comencemos a hacer hoy y las decisiones que tomemos durante el confinamiento ya pueden ser el inicio de nuevos ciclos, de nuevos modelos de trabajo y de relaciones, de nuevas formas de hacer las cosas, sean cualesquiera que sean esas “cosas”.
En lo personal me está tocando muy profundo. Este encierro me ha dado permisos y libertades internas impensadas. Y las estoy tomando y me animo a desafiar mi propio statu quo, hasta donde puedo que dependa sólo de mí y que me afecte principalmente a mí sola, en la plena consciencia que nada será 100% así y en la intención que lo que sea bueno para mí beneficie, o por lo menos no perjudique, a los demás.
Si esta situación es así de bestial, masiva y global, por lo menos igual de enorme habrá sido lo que hayamos hecho para provocarla: desarrollo no sustentable – comprobado por el daño al planeta, el abuso de los recursos naturales, progreso vacío, el hombre colaborando determinantemente en el calentamiento global. Entonces me quiero hacer responsable del granito de arena de mi playa.
Y lo primero que me surge es mi espíritu ambientalista. Qué habría más importante que cuidar de nuestro planeta? La cosa está bien clara: NADA! Porque si nuestro primer hogar y cuerpo viviente, la Tierra, enferma, yo estaré desahuciada.
Les comparto una charla convocada por UdeSA – Universidad de San Andrés, a la que asistí la semana pasada (https://www.youtube.com/watch?v=lHuIIMZH_Qk).
Algo que me sorprendió de los muchos datos, estadísticas e información que compartió la Lic. Inés Camilioni, es que esta pandemia redujo las actividades que generan los gases que provocan los gases del efecto invernadero en un 5 % y el acuerdo de París de 2015 dice que necesitamos reducir un 7.6 % esa actividad para que la temperatura no supere los 2 grados centígrados a la era pre-industrial para que la vida en el planeta tierra sea viable a largo plazo. Mi conclusión: todo este parate, todavía es poco!!!! Pues manos a la obra porque hay mucho que hacer, y que dejar de hacer.
Como vamos, estaríamos entonces, hipotecando el futuro de nuestra descendencia. Puede haber algo menos inteligente, más negligente, irresponsable y hasta criminal?
Y, como soy una optimista sin arreglo, aquí algunas ideas y acciones a las que podemos adherir.
QUÉ PODEMOS HACER DESDE LO INDIVIDUAL?
1- Ahorrar energía:
- Lámparas leds.
- Usar aparatos que funcionen bien.
- Usar más transporte público, bicicleta, subirse menos a los aviones.
2- Modificar la dieta:
- Comer menos carne.
- Más vegetales y sustitutos producidos de manera sustentable.
- Reducir el desperdicio de los alimentos (que actualmente es del 30%!!).
3- Separar la basura. Reutilización y reciclado.
4- Transformar la forma de consumir.
Consumimos mucho más de lo que necesitamos.
5- Demandar acción a quien nos representa políticas de estado que vayan más allá de partidismos y fronteras.
En definitiva, TODO LO QUE SUME A:
- ECONOMÍA VERDE.
- FORTALECER LA LEY DE CAMBIO CLIMÁTICO a NIVEL GLOBAL, comenzando por lo NACIONAL.
Y la juventud, me da esperanza. Aquí dos representantes y militantes activos de movimientos, a los que podemos sumarnos, pro cuidado ambiental y desarrollo sustentable: Máximo Mazzocco, “Alianza por el Clima” y Eco-house”; Santiago Giambroni, “Jóvenes por el clima”.
Lo escribo para sumar mi voz a algo que me parece urgente y prioritario. Lo escribo para ver si esta voz llame a otras voces y si mis acciones pueden contagiar a otros. Lo escribo para mayor registro. Lo escribo para que las palabras y los “darme cuenta” no se los lleve el viento.
Así como la oruga deja de alimentarse y se retira a crisalidar, así siento que estamos los seres humanos. El desafío es descomunal y no dudo que está a la altura de nuestro poder de transformación y despliegue de nuestras preciosas alas en un vuelo que no deje a nadie fuera ni a nadie atrás.